por Tomáš Ibrmajer y Ondřej Múčka (22.12.2022)
El órgano es sin duda el instrumento técnicamente más complicado de todos. Existen numerosas normas para su mantenimiento y restauración, que pueden variar en función de los materiales utilizados y de la estructura constructiva del órgano. Sobre todo se distingue por las acciones utilizadas, es decir, el tipo de conexión entre teclas y válvulas: mecánica, neumática y eléctrica.
Los materiales básicos del órgano son la madera, diversas aleaciones metálicas y el cuero. Especialmente los dos materiales naturales -madera y cuero- de los que están hechas las partes móviles y por tanto las más sensibles del órgano, requieren un cuidado regular.
El órgano es especialmente sensible a los cambios bruscos y rápidos de temperatura y humedad. En invierno, por razones de coste, muchas iglesias se calientan principalmente los fines de semana o no se calientan en absoluto. Debido a esta práctica, los mayores daños pueden ser causados por varios ventiladores de calefacción que soplan grandes cantidades de aire caliente y seco en la iglesia, lo que en el peor de los casos provoca la desecación de la madera y daños irreversibles en las cámaras de viento o en el sistema de ventilación. Por ello, se recomienda calentar de forma moderada y continua.
Las fluctuaciones de temperatura también modifican naturalmente la longitud de los tubos, y por ello puede resentirse la afinación. Lo más sensible a esta questión son los topes de lengüeta, que deben volver a afinarse al menos una vez al trimestre (pero sobre todo al final del invierno y del verano). Algunos organistas son capaces de hacerlo ellos mismos (cuando se cuenta con un número bajo de tubos), de lo contrario es necesaria la ayuda de un organero.
En los órganos más antiguos con acción mecánica, es decir, la transmisión de la pulsación por abstracciones directamente bajo las válvulas de la tubería, las correderas a menudo se acortan en tiempo frío hasta tal punto que el tono suena permanentemente incluso sin la pulsación. Un organista experimentado que esté familiarizado con la construcción de órganos es capaz de remediar por sí mismo un problema de este tipo en el órgano. De lo contrario, habrá que llamar de nuevo a un organero.
Los fuelles del órgano son principalmente de cuero, que en sí no es muy sensible a las influencias de la temperatura, sino más bien a la desecación y al secado excesivo. Mucho más sensibles son las llamadas bolsas de acción neumática, que sirven para abrir la válvula de la tubería. En caso de cambios bruscos de temperatura y humedad, pueden variar tanto que, en casos extremos, pueden provocar la paralización total del órgano neumático.
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