Maurice Ravel - Partituras

Hay pocos compositores franceses tan discutidos como Maurice Ravel (1875-1937):

Para algunos fue el mejor compositor de su tiempo, para otros un rebelde testarudo. Independientemente de lo que se piense de Maurice Ravel, su obra, rica, variada y original, lo convierte en uno de los pilares de la música francesa del siglo XX.

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Un niño prodigio

Nacido en el seno de una familia que se movía en círculos artísticos, el talento musical del joven Maurice Ravel fue rápidamente reconocido y alentado por sus padres, que le dieron una temprana educación musical. Comenzó a aprender a tocar el piano a los seis años y a componer a los doce. En 1889 ingresó en el Conservatorio de París y recibió clases de André Gedalge, Gabriel Fauré y Georges Enesco. Aunque durante mucho tiempo se le comparó con Claude Debussy, desde el principio siguió su propio estilo musical, y la denominación de compositor impresionista se le atribuyó tras la creación de “Jeux d’Eau”.

Un hombre lucha por el arte

Durante su carrera, estuvo muy comprometido con la música francesa, pero no solo eso: fue uno de los fundadores de la “Société Musicale Indépendante” (Sociedad Musical Independiente), cuyo objetivo era promover la música contemporánea. Sin embargo, en 1916 se opuso al planteamiento de la “Ligue internationale de la musique française” (Liga Internecional de la Música Francesa), que quería utilizar la música como instrumento de propaganda y prohibir la distribución de obras alemanas y austriacas en Francia.

Ravel era un hombre muy popular, pero no podía manejar la fama y los honores: no reaccionaba ni con gratitud ni con alegría ante ellos. Su rechazo a la Legión de Honor divirtió a colegas como Erik Satie: “Ravel rechaza la Legión de Honor, pero toda su música la acepta”.

El compositor falleció el 28 de diciembre de 1937 a consecuencia de una enfermedad cerebral que padecía desde hacía varios años. Esa noche, Manuel Rosenthal dirigió un emotivo “Enfant et les Sortilèges”.

Su trabajo

La obra musical de Maurice Ravel es muy diversa y sus piezas muestran una influencia muy amplia, desde Couperin hasta Fauré y Mozart, pasando por la música “negra” americana, ¡y muchas otras!

Su música es un viaje constante: a la infancia con “Ma Mère L’Oye” o “L’Enfant Et Les Sortilèges”, a España con “Pavane pour une infante défunte”, “Rapsodie espagnole’ o el Boléro, o a Oriente con “Shéhérazade”.

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